El verano siempre ha sido sinónimo de desconexión. Pero para muchas personas, agosto no es descanso, sino resistencia silenciosa. Mientras las redes se llenan de fotos en la playa y terrazas al sol, una parte del equipo sigue conectada, sacando adelante tareas que no se paran… aunque todo lo demás sí lo haga.
Según datos del INE, más del 30 % de los empleados en España no se coge vacaciones completas durante el verano. Ya sea por acumulación de trabajo, falta de personal o compromisos no negociables, muchos acaban sosteniendo la operativa de la empresa mientras el resto desconecta. Y no siempre se reconoce.
La presión invisible del que se queda
Quedarse en agosto implica más que cubrir ausencias: es lidiar con peticiones urgentes de última hora, tomar decisiones en solitario y asumir responsabilidades fuera del guion habitual. Todo eso, en un entorno donde el ritmo debería ralentizarse… pero no siempre lo hace.
La paradoja es que quien se queda suele hacerlo por compromiso. Pero ese compromiso, si no se gestiona bien, puede convertirse en sobrecarga emocional, agotamiento o frustración. Estar disponible no debería significar estar a merced de todo.
Poner orden para no desbordarse
El primer paso es aceptar que agosto no puede ni debe funcionar igual que otros meses. No es tiempo de ir a máxima velocidad. En cambio, puede ser una oportunidad para hacer limpieza digital, reorganizar procesos o avanzar en tareas estratégicas que siempre quedan relegadas.
La clave está en diferenciar lo importante de lo urgente. No todo puede ni debe resolverse ahora. Decidir qué no hacer también es una forma de productividad. Y aprender a decir “esto puede esperar” es una forma de autocuidado.
Hablar claro antes del silencio
Una de las principales causas del desbordamiento veraniego es la falta de conversación previa. ¿Qué se espera de quien se queda? ¿En qué horario estará disponible? ¿Qué tareas quedan aplazadas? Si estas preguntas no se responden antes, el silencio se llena de suposiciones… y con ellas, de presión.
Acordar límites, ser transparentes con los horarios y visibilizar la carga real no es una exigencia, es una necesidad. Porque cuando no se habla de esto, el trabajo se reparte mal, y siempre pesa sobre los mismos hombros.
El verano también es tuyo
Trabajar en agosto no te hace menos merecedor de descanso. Aunque no te vayas de vacaciones, también tienes derecho a desconectar dentro de lo posible, a reducir ritmo, a decir que no. Estar presente no es sinónimo de estar disponible todo el tiempo.
Sobrevivir a agosto sin hundirse no depende solo de tu actitud individual. Es también una cuestión de cultura de equipo, de liderazgo consciente y de planificación justa. Porque cuidar a quien se va es importante… pero cuidar a quien se queda, lo es todavía más.