La reducción de la jornada laboral semanal de 40 a 37,5 horas ya no es solo una propuesta: se ha convertido en una reforma en marcha que reabre un viejo debate con nuevas implicaciones. El cambio afecta a millones de personas y plantea una pregunta directa: ¿es posible trabajar menos y rendir más?
Este nuevo marco legal no solo introduce menos horas semanales, sino también la obligatoriedad del registro horario digital y el refuerzo del derecho a la desconexión. Para muchas empresas, se avecina un proceso de adaptación profunda, no solo técnica, sino también cultural.
Un cambio estructural con impacto directo en RR. HH.
La implementación de la jornada de 37,5 horas semanales no es un simple ajuste de horario: implica repensar turnos, modelos de productividad y sistemas de control interno. Recursos Humanos tendrá un rol clave en la gestión del cambio, desde la planificación operativa hasta la comunicación interna.
El nuevo modelo laboral exigirá adaptar herramientas de gestión del tiempo, analizar cargas de trabajo reales y rediseñar procesos para evitar impactos negativos en resultados. Las organizaciones que no se anticipen, corren el riesgo de enfrentar desajustes operativos y pérdida de competitividad a corto plazo.
Conciliación: una oportunidad real, no solo un eslogan
Uno de los principales objetivos de la reforma es mejorar la conciliación entre vida personal y laboral. Según datos recientes, más del 70 % de los trabajadores afirman que no logran desconectar fuera del horario laboral, lo cual está relacionado directamente con problemas de estrés, burnout y rotación.
Reducir la jornada permite reequilibrar prioridades y ofrece un marco más realista para que los profesionales puedan compatibilizar su trabajo con otras responsabilidades o intereses personales. Menos horas no significa menos compromiso, sino un entorno más sostenible para el desarrollo personal y profesional.

Productividad: menos tiempo, mejores resultados
La pregunta inevitable es: ¿cómo afectará a la productividad esta reducción? Lejos del mito de que más horas equivalen a más resultados, los estudios demuestran que la productividad decae drásticamente a partir de la sexta hora de trabajo continuo. La implantación de jornadas más cortas ya ha mostrado en varios países que puede mantenerse —e incluso mejorar— el rendimiento sin necesidad de extender la jornada.
Lo importante no es la cantidad, sino la calidad del tiempo trabajado. Si las empresas reorganizan sus procesos y eliminan tareas improductivas, es posible mantener la eficiencia con menos horas presenciales.
El reto de la desconexión digital
Otro de los ejes clave de la reforma es el derecho a la desconexión fuera del horario laboral. Este aspecto, aunque ya existía en la legislación, cobra un nuevo protagonismo al vincularse con una jornada más corta. La presión de estar siempre disponible ha provocado que casi el 40 % de los trabajadores revise correos o mensajes fuera de su jornada.
La nueva normativa busca proteger el tiempo de descanso real, obligando a las empresas a establecer políticas claras y medibles. Recursos Humanos deberá liderar este cambio mediante formación, protocolos internos y herramientas tecnológicas que respeten los nuevos límites.
Registro horario digital: control sí, pero con confianza
La implementación del registro horario digital obligatorio, con herramientas como Easytime, implica una transformación en la forma de seguir la actividad diaria. Las soluciones tecnológicas deberán ser ágiles, intuitivas y no invasivas, para no caer en una cultura de vigilancia contraproducente.
El reto será encontrar un equilibrio entre cumplir la norma y mantener la confianza con los equipos. El registro no debe ser percibido como una traba burocrática, sino como una herramienta para garantizar derechos y ordenar el tiempo de forma eficiente.

Cultura organizacional: del presencialismo al rendimiento
La jornada de 37,5 horas puede acelerar un cambio cultural ya iniciado: dejar atrás el presentismo como símbolo de implicación y centrarse en objetivos cumplidos, no en tiempo calentando silla. La nueva legislación obliga a las empresas a demostrar que pueden confiar en sus profesionales sin necesidad de controlar cada minuto.
Para ello, será necesario invertir en modelos de liderazgo basados en autonomía, responsabilidad y resultados. El equipo de Recursos Humanos será el encargado de construir esta nueva narrativa dentro de la organización.
Impacto en la estructura de costes y modelos híbridos
Desde el punto de vista económico, muchas empresas se preguntan si este cambio implicará un incremento de costes. La respuesta no es simple. Dependerá de cómo se implemente la reforma. Si va acompañada de mejoras en productividad, automatización y flexibilidad, no tiene por qué suponer un aumento real.
Además, el auge de los modelos híbridos y del trabajo por objetivos puede facilitar una transición ordenada. Las empresas que ya han apostado por esquemas flexibles parten con ventaja en este proceso.
Un nuevo marco para atraer y retener talento
Por último, no hay que subestimar el impacto reputacional. Las empresas que se adapten rápidamente a la nueva jornada no solo cumplirán con la ley: también mejorarán su capacidad para atraer y fidelizar talento, especialmente entre las generaciones más jóvenes que valoran más el tiempo que el salario.
El futuro del trabajo no es más horas ni menos trabajo, sino más sentido. Y esta reforma puede ser la palanca que necesitábamos para redefinir cómo, cuándo y por qué trabajamos.