Responder rápido se ha convertido en una forma moderna de demostrar compromiso. Si alguien te escribe por Teams o Slack y tardas más de cinco minutos en contestar, parece que no estás “a tope”. Vivimos inmersos en un flujo constante de mensajes, alertas, reuniones y recordatorios. El resultado: trabajadores hiperconectados pero mentalmente fragmentados.
Paradójicamente, nunca habíamos tenido tantas herramientas para ser productivos… ni tantos obstáculos para concentrarnos. Un estudio de la Universidad de California reveló que, tras una interrupción, un empleado tarda 23 minutos y 15 segundos en recuperar el nivel de atención previo. Y según Microsoft, los trabajadores de oficina reciben una media de 126 notificaciones diarias.
Con ese nivel de ruido, no sorprende que muchas personas acaben la jornada agotadas sin saber muy bien qué han hecho. Han respondido a todo, pero no han avanzado en lo importante. Aquí entra el concepto de deep work —o trabajo profundo—, acuñado por el profesor y autor Cal Newport, como la capacidad de concentrarse sin distracciones en una tarea cognitivamente exigente.
La epidemia del trabajo superficial
El trabajo superficial (shallow work) es todo aquello que ocupa tiempo pero no crea valor real: responder correos, asistir a reuniones sin objetivo, revisar el chat, actualizar informes de seguimiento. Es útil, pero no transformador.
Lo preocupante es que el trabajo superficial ha colonizado la mayor parte de la jornada. En promedio, los empleados dedican el 60 % de su tiempo laboral a comunicación digital y solo un 20 % a tareas que requieren pensamiento profundo (datos de Atlassian, 2024).
El coste invisible de la interrupción
Las interrupciones no solo restan minutos, sino calidad cognitiva. El psicólogo Daniel Levitin explica que el cerebro humano consume entre un 20 % y un 25 % de la energía total del cuerpo, y cada cambio de foco multiplica ese gasto. Es decir: cambiar constantemente de tarea no solo fatiga, sino que reduce la capacidad de razonamiento y la memoria a corto plazo.
Por eso, la multitarea es un mito. Investigaciones de la Universidad de Stanford demostraron que quienes dicen ser “buenos multitaskers” son, en realidad, peores a la hora de filtrar información irrelevante y mantener la concentración.
El problema no es solo individual: a escala organizativa, las interrupciones masivas reducen la productividad global y erosionan el bienestar. Un informe de McKinsey muestra que los trabajadores que experimentan jornadas con interrupciones constantes reportan un 28 % más de estrés y un 40 % menos de satisfacción laboral.

Las empresas que están recuperando el silencio
Varias compañías tecnológicas y de consultoría han empezado a tomar medidas serias contra la hiperconectividad. No como moda, sino como estrategia de eficiencia.
- Basecamp eliminó el chat en tiempo real como herramienta principal y lo sustituyó por comunicación asincrónica: mensajes más largos, menos frecuentes y con tiempo de reflexión.
- Dropbox implantó la política de “Core Collaboration Hours”: solo cuatro horas de disponibilidad al día. El resto se dedica a trabajo sin interrupciones.
- Asana promueve los “Focus Fridays”: viernes sin reuniones.
- SAP, en sus divisiones europeas, ha implantado periodos de “Quiet Hours” donde se desactivan notificaciones internas y se recomienda no enviar correos.
Los resultados suelen ser claros: más foco, menos estrés, y una sensación de control que alimenta la motivación intrínseca.
Cómo aplicar el deep work en cualquier equipo
No hace falta ser una empresa tecnológica para recuperar la concentración. Cualquier organización puede fomentar el deep work con acciones realistas. A continuación, algunas estrategias probadas que están funcionando en empresas punteras.
- Diseña bloques de concentración protegidos
Reserva tramos diarios o semanales para trabajar sin interrupciones. Idealmente de 60 a 90 minutos, que es el ciclo natural de atención humana según el modelo ultradiano de Nathaniel Kleitman.
Algunas empresas lo institucionalizan: cada mañana entre las 9:00 y las 11:00 nadie convoca reuniones ni llama por Teams. Se informa en los calendarios compartidos y se respetan esos espacios.
El truco no es aislarse, sino hacer del foco una norma cultural.
- Establece normas claras de comunicación
El exceso de mensajes no es un problema tecnológico, sino de cultura. Define, por ejemplo:
- Cuándo usar el chat (para dudas rápidas).
- Cuándo usar el correo (para temas que no requieren respuesta inmediata).
- Cuándo reunirse (solo si se necesita debate o decisión conjunta).
Además, anima a los equipos a usar indicadores de estado: “en foco”, “reunión”, “disponible”. El simple hecho de hacerlo visible reduce la presión de respuesta inmediata.
- Implanta reuniones con propósito
Antes de convocar una reunión, exige tres cosas:
- Un objetivo claro y una decisión esperada.
- Una duración máxima (idealmente 30 minutos).
- Un resumen posterior accesible para quien no asistió.
Empresas como Shopify eliminaron el 70 % de sus reuniones en 2023 tras revisar su necesidad real. El resultado fue una mejora del 33 % en productividad percibida, según su propio informe interno.

4. Fomenta el silencio colectivo
El foco individual es difícil si el entorno entero está en modo multitarea. Por eso, cada vez más empresas introducen “zonas o franjas de silencio”: una hora al día sin correos ni chats.
Puede parecer simbólico, pero tiene impacto medible. Un estudio de Harvard Business Review observó que los equipos que implementaron quiet hours aumentaron su rendimiento un 17 % y redujeron los errores en un 12 %.
5. Entrena la atención como una habilidad
La concentración no es solo disciplina: es una capacidad que se entrena. Recomendaciones prácticas:
- Lectura sostenida (20 minutos sin interrupciones digitales).
- Caminatas sin móvil.
- Técnicas de respiración o meditación.
- Escucha activa en reuniones (sin abrir otras ventanas).
Cada práctica refuerza los circuitos de atención y autorregulación mental, esenciales en entornos de alta demanda cognitiva.
6. Revisa los indicadores de éxito
Mientras sigamos midiendo el trabajo por “tiempo conectado”, el foco será imposible. Empieza a evaluar por resultados, no por presencia digital.
Ejemplo: en lugar de valorar cuántos mensajes se contestan o cuánto tiempo se está online, mide la calidad de las entregas, los avances de proyecto o la satisfacción del cliente interno.
El deep work florece cuando las personas se sienten responsables de los resultados, no del ruido.
Hacia una nueva cultura del tiempo
Recuperar la concentración no es un capricho, sino una estrategia de supervivencia cognitiva. En un entorno donde la IA y la automatización se encargan de las tareas mecánicas, el verdadero valor humano será la capacidad de pensar sin distracciones, conectar ideas y crear soluciones originales.
El “silencio productivo” no es ausencia de comunicación, sino presencia mental. Significa reservar tiempo para pensar, para estructurar y para decidir con criterio. Y eso requiere un cambio cultural profundo: del “estar siempre disponible” al “estar realmente presente”.
Como recuerda la investigadora Gloria Mark, autora de Attention Span, la duración media de atención frente a una pantalla ha caído de 2,5 minutos en 2004 a apenas 47 segundos hoy. Si no se actúa, la dispersión será la nueva norma laboral.
Qué puede hacer RRHH
El área de personas tiene un papel clave para impulsar esta transformación. Algunas medidas prácticas:
- Formación en gestión del tiempo y foco cognitivo.
No basta con talleres de productividad: hay que enseñar a pensar en entornos de distracción. - Políticas de desconexión digital real.
Marcar horarios de silencio digital y no glorificar la respuesta fuera de horario. - Revisar la arquitectura tecnológica.
Menos herramientas redundantes, más integración. La saturación de plataformas genera ruido mental. - Ejemplo desde el liderazgo.
Si los directivos envían mensajes a medianoche, ninguna política funcionará. El foco se cultiva con coherencia.
Un futuro más consciente
Quizá la mayor paradoja del trabajo moderno es que hemos perdido el lujo de pensar con calma. El deep work no propone volver al pasado ni desconectarse del mundo, sino aprender a convivir con la tecnología sin que gobierne nuestra atención.
En última instancia, recuperar el silencio no es solo una cuestión de productividad, sino de salud mental, creatividad y dignidad profesional. Porque solo cuando calla el ruido, vuelve a escucharse el pensamiento.

